“En la película de ficción, el director es un dios. Él tiene que crearse la vida. Para hacer una película hay que yuxtaponer montones de impresiones, montones de puntos de vista y, con tal que nada sea monótono, deberíamos disponer de una libertad total”. El párrafo anterior pertenece a El cine según Hitchcock, libro escrito por el cineasta François Truffaut a partir de una serie de largas entrevistas con el maestro británico. Es un texto que rezuma sabiduría cinematográfica, humor, pasión por el arte de contar historias y una lección atemporal para cualquiera que ame el cine. Hitchcock, perfeccionista y controlador enfermizo, un tipo que dibujaba sus películas por completo en storyboards minuciosos, que aseguraba aburrirse (y cuenta la leyenda que incluso se dormía) durante los rodajes porque ya estaba todo hecho, no podía considerarse a sí mismo otra cosa que un dios. Un demiurgo todopoderoso con capacidad para decidir las vidas de sus personajes y también -un poco- la de los espectadores. Pero ¿qué pasaría si ese monoteísmo de la forma clásica de narrar se convirtiera en un politeísmo infinito? ¿Y si cada espectador decidiera cómo moverse en el escenario, hacia dónde mirar, qué personaje seguir? Tendríamos entonces muchas historias en una: sería posible, por ejemplo, mantener un plano fijo larguísimo como si fuéramos Lisandro Alonso, o lanzar la cámara –nuestra mirada- nerviosa, sin pausa, de un lado a otro como Brillante Mendoza por las calles de Manila, o ser clásicos y mirar donde mira el protagonista.
Una posibilidad que parecía remota o directamente imposible hace pocos años, propia de videojuegos y desdeñada por los profesionales del cine, está sin embargo ahora convirtiéndose en una opción viable, gracias a nuevas tecnologías como la realidad virtual y a la llegada de realizadores jóvenes formados en la cultura digital. Los ejemplos proliferan, pero la decisión de algunas de las grandes compañías tecnológicas como Google de apostar por esta forma de narrativa puede suponer el despegue definitivo. El proyecto Spotlight Stories, impulsado por la compañía de Mountain View dentro de su programa ATAP, busca una forma inmersiva de contar historias utilizando el 360º y la realidad virtual. Concebido para dispositivos móviles, Spotlight nace sin limitaciones; sus responsables aseguran que puede ser utilizado para crear vídeos de animación o de imagen real, cortometrajes o clips musicales, incluso complejos videojuegos. Una tecnología que no sólo exige un cambio de mentalidad de los creadores, sino también del espectador, ya que tendrá que habituarse a ser más participativo en las historias. De momento, para su presentación han contado con la participación de grandes cineastas como Justin Lin (director de Star Trek Beyond) o los animadores de Aarmand Animations (creadores de clásicos como Wallace y Gromit). Tal vez, con la llegada de esta nueva forma de narrativa audiovisual se haga realidad la máxima de Jean-Luc Godard -un clásico que, superados los ochenta años- sigue siendo uno de los más modernos cineastas de la actualidad: “Una historia debe tener un comienzo, un medio y un fin, pero no necesariamente en ese orden.”
Edición: Diego Carabelli
Texto: José L. Álvarez Cedena